Sin tratarse de ninguna de las maneras de un fracaso o sin poderse calificar en absoluto de forma semejante, es cierto que Chained To The Rhythm, el nuevo sencillo de Katy Perry en colaboración con Skip Marley, no ha sido recibido por parte del público con la calidez que cabría esperar de una artista de reputación tal como la suya.
Dicho aspecto cobra aún mayor credibilidad si su rendimiento comercial es comparado con el de Roar, primer single de PRISM (2013). Puede afirmarse que, al menos hasta la pasada semana, un entrañable y original lyric video y una más que ostentosa presentación en los GRAMMYs no han desencadenado el éxito que, probablemente, persiguiesen tanto la cantante como su sello discográfico.
Es por ello que, a lo largo de los últimos siete días, el plan promocional del corte en cuestión ha proseguido aún con más fuerza, y es que en la gala de los BRIT Awards 2017, la cual tuvo lugar el pasado miércoles, 22 de febrero, los célebres galardones británicos de la industria fonográfica, la cantante hizo acto de aparición con el fin de llevar a cabo una interpretación de su último single.
No obstante, fue tan solo veinticuatro horas antes cuando, tras distintos adelantos editados el fin de semana precedente, fue editado su vídeo musical. Si bien los versos componentes del tema en el que Skip Marley figura como artista invitado constaban, en cierto modo, de indicios referentes al panorama sociopolítico actual de Estados Unidos, su clip correspondiente no solo hace hincapié en lo que a ello respecta, sino que supone toda una representación fidelizada de múltiples aspectos de la sociedad del día de hoy.
Oblivia, un futurista y sugerente parque de atracciones cuyo icono protagónico es un simpático hámster, es el escenario en el que tiene lugar el corte visual para el nuevo sencillo de Katy Perry. Si bien su aspecto podría indicar una tónica tan inocente como la que caracteriza la inmensa mayoría de la videografía de la artista, ello no es más que una mera apariencia. Un indicio de ello es el nombre del propio recinto, "Oblivia", una derivación del precioso término anglosajón "oblivion", que significa "olvido".
Su entrada supone una presentación de cara a la infinidad de emociones que sentirán y experimentarán todos y cada uno de los visitantes. Es un roedor giratorio el encargado de darles la bienvenida, acompañado de un emocionante letrero.
Según transcurren los segundos, un grupo de jóvenes deambulan por el parque, eso sí, sin apartar en ningún momento la mirada de sus tabletas, con las cuales se fotografían sin cesar. Ello, como es de imaginar, apela a la gran dependencia que la tecnología ha generado en nuestras rutinas a lo largo de los últimos años.
Una de las más suculentas escenas del clip acontece en una atracción denominada "The Great American Dream Drop", cuyos próximos asistentes son una entusiasta pareja de enamorados, quienes entran en una pequeña vivienda, de la mano de dos individuos cuyas cabezas se encuentran envueltas por burbujas de plástico.
Irónicamente, a la vez que tiene lugar dicha secuencia, Perry se detiene para oler unas encantadoras rosas rojas, ante las cuales se siente tan atraída que no puede evitar palparlas, resultando ello en un ligero corte con una de sus espinas, siendo tal su decepción que decide alejarse del lugar. Es evidente que esto supone una representación del tan venerado sueño americano, el cual puede resultar suculento a primeras, si bien la realidad tras el mismo es considerablemente distinta.
La cantante prosigue su aventura y, con ello, su nuevo destino elegido es una montaña rusa de lo más particular, en la cual los asientos están asignados con corazones de tonalidad rosa para las personas de sexo femenino y, azul, para el masculino. Dicha atracción es, tal y como puede entreverse con posterioridad, una representación de distintos aspectos que inciden en la sociedad actual.
Uno de ellos es la estigmatización de los roles de género, puesto que todos aquellos que se asientan lo hacen en función del color asignado, hecho respaldado incluso de forma previa al nacimiento de los bebés, tan notorio en industrias tales como la textil o de juguetes.
Cabe destacar que aquella casa en la que tan felizmente se embarcó la pareja anterior, así como otras viviendas, son propulsadas y caen de forma estrepitosa y repentina, con alusiones a la burbuja inmobiliaria estadounidense acontecida la pasada década.
Así, las acumulaciones de gentes ansiosas y expectantes de ser los próximos en disfrutar de algunas de las aventuras de las que es oferente el recinto, prosiguen su espera con movimientos y gesticulaciones uniformes e invariables.
Mientras, el vagón en el que previamente hubo despegado la cantante, se sumerge en un túnel repleto los botones de "Me gusta", "Me encanta" y "Me divierte", los cuales son algunas de las posibles reacciones de los miembros de Facebook, con respecto a las publicaciones de sus amigos o seguidores.
Un particular plano de la ordenada multitud se caracteriza por la inclusión de un detalle que cabe ser citado: un letrero que señala 1984, una cifra que hace figura del denominado "Gran Hermano".
En ello radica, precisamente, la segunda crítica emitida durante el tránsito en montaña rusa: la extrema relevancia de las redes sociales, la cuales se encuentran en un indudable auge y que, en ocasiones, parecen ser un reflejo de la búsqueda de aceptación tan propia del ser humano.
El primer dardo que la cantante de Firework proyecta contra el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, tiene lugar con un propulsor que, a modo de catapulta, impulsa a todo aquel que así lo desee a su lugar de origen, más allá del muro circundante al recinto, referencia a la inhumana medida que el electo líder planea llevar a cabo con proximidad de cara a políticas migratorias.
Otro de los atractivos del clip reside en la imagen añadida a continuación, la cual ilustra el carácter prácticamente imperialista que define a los lanzamientos de misiles y a la utilización de armas, tan a la orden del día (y, por desgracia, todo parece indicar que dicha tendencia no decrecerá durante los próximos años) en el territorio en cuestión.
La siguiente parada de la artista es una especie de gasolinera en la cual se lleva a cabo la emanación de un extraño prototipo de oxígeno ardiente, el cual no solo hace las veces de combustible para los vehículos, sino que puede ser ingerido, produciendo así la emisión de llamaradas.
Se trata de una más que notoria llamada al calentamiento global y a las problemáticas medioambientales que asolan el globo y que, si no son redimidas, podrían acarrear consecuencias desastrosas. No obstante, como es sabido, Trump alega que dichas cuestiones no son más que invenciones artificiales.
Ansiosas ante la emisión, un grupo de personas toma asiento frente a una pantalla de dimensiones considerables, que reproducirá una proyección en tres dimensiones, procediendo así la audiencia a colocarse las gafas que habilitan el visionado en dicho formato.
Todos y cada uno de los entusiastas por deambular en la rueda de giro imparable, desembocan en el mismo desenlace: en una estrepitosa caída en mitad de su intento por marchar al son de dicho círculo.
El show prosigue y, frente al televisor, se encuentra una familia compuesta por una mujer que se encarga del planchado de la ropa, un hombre que lee el periódico y dos niños que se encuentran inmersos en actividades varias de ocio. Se trata, así, de un retrato de modelo familiar heteropatriarcal, tradicional y conservador.
Las reacciones entre los telespectadores son unánimes, a excepción de la intérprete, quien actúa imitando el comportamiento de quienes la rodean, sin saber muy bien cómo desenvolverse.
La televisión ilustra al artista invitado del single, Skip Marley, descendiente del legendario Bob Marley, ante cuyo mensaje Katy Perry resulta intrigada, retirándose las gafas y siendo la única del público que es capaz de observar cómo el susodicho emerge de la pantalla, cobrando así realidad.
Una vez finalizado el programa en cuestión, durante el cual Perry ha sido testigo de una fuente de inspiración de gran valor para ella, los asistentes abandonan sus butacas e, incesantes en sus repetitivas y continuas conductas de movimiento, rodean a la cantante, la cual parece tomar consciencia, de manera paulatina, de la realidad que acontece a su alrededor.
Llega, pues, su turno: es el momento en el que deberá demostrar su valía ante la rueda que tantos intentos fallidos ha presenciado.
Ante la mirada de distintas personas y con el sol a sus espaldas, emprende la marcha, mostrándose confusa ante el hecho de que el propio anillo cese en su movimiento a pesar de sus intentos de avanzar con mayor rapidez.
Aún agobiada y exhausta, como producto de las multitudes que la envuelven en las secuencias en las que el parque de atracciones ya ha sido sumergido en el anochecer, tiene lugar de nuevo una escena en la rueda giratoria, encargada de dar por finalizado el clip, en el que la intérprete, sumida en un cúmulo de pensamientos, mira atónita a la cámara.
No cabe duda de que, si bien no se trata de un proyecto que ilustre circunstancias o aspectos de gran desconocimiento para el público o que supongan una inmensa sorpresa de cara al foco público, sí supone una representación visual más que aguda de múltiples asuntos que inciden en la rutina y en la vida de manera imparable.
Su conclusión es, probablemente, una referencia al alcance de la verdad, al conocimiento con respecto a la infinidad de cuestiones de distinta índole impuestas por la sociedad, así como de aspectos alienantes que no son tan siquiera cuestionados por nosotros en el día a día. La agudeza y el generoso número de detalles que impregnan el vídeo, así como la valentía tras las subliminales referencias a Donald Trump, al igual que la impecable realización y producción, hacen del clip un corte memorable y, además, lo suficientemente efectivo como para modificar de forma positiva la percepción del espectador acerca del propio tema, Chained To The Rhythm.
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